lunes, 14 de diciembre de 2009

Jazz

Nada como el sonido de mis zapatos golpeando el parqué de aquel suelo; nada como el sonido de aquellas dos trompetas, que junto a ese piano emitían los sonidos más profundos que escuché en mi vida; nada como aquellas mujeres que se deslizaban en aquella barra dejando entrever parte de sus preciosos cuerpos; nada como el maravilloso aroma de la pipa que fumaba en aquel lugar; nada como aquellos whiskys, su sabor a madera vieja, el escozor que provocaban al curar todas mis heridas, las que me causaba mi perturbada vida; nada como el olor a humedad que se respiraba cada día entre alcohol, humos y risas, y como aquellas conversaciones cargadas de fundamentos contrarios a los del resto de aquella barata sociedad; nada como las drogas de estraperlo consumidas en aquel sótano; nada como las noches en vela, los días de poesía y la música de fondo en aquella sala de jazz situada en esos fantásticos suburbios; nada como los viejos recuerdos que mantengo de aquel lugar, donde siempre pensé que debería haber nacido...

No hay comentarios:

Publicar un comentario