viernes, 26 de noviembre de 2010

Miedo

hace tiempo dejé de temer la oscuridad...
hace tiempo dejé de temer las armas,las guerras...
no tengo miedo al silencio,lo uso por costumbre...
jamás tuve miedo de desaparecer en cenizas para siempre...
prometí no temer tampoco al dolor...
el miedo nunca fue mi estilo...
pero jamás dejaré de temerme a mí mismo...
me temo,temo al miedo,y tengo miedo de que acabes temiéndome...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Diario de ilusión.

Aquella noche, recostado sobre el suave y mojado manto de césped que se dibujaba sobre la montaña del pueblo, miré fijamente los ojos de la luna y supe, con la claridad de quien sabe de su existencia, que a la mañana siguiente todos los diarios hablarían de ilusión. Creo que si me preguntaran porqué, no sabría responder… me tomarían por loco, pero es posible, muy posible, que con la espontaneidad que me caracteriza, respondiera: -Lo vi anoche en los ojos de la luna-. La palabra ilusión me parece realmente graciosa, llena de contrariedades; una ilusión puede ser algo que ni existió, ni existe, ni existirá, pero sin embargo se puede llegar a ver cuando se está empujado por el deseo irrefrenable de conseguirlo. Por otra parte, la ilusión es algo que ponemos en las cosas que nos importan y de las cuales esperamos resultados positivos. Quizás no debería existir la primera parte, o quizás debería ir siempre acompañada de la segunda. Posiblemente la ilusión sea la herramienta que nunca debamos dejar de utilizar; el motor de cada vida…

Diario de ilusión. Sí, eso es: diario de ilusión, algo presente en cada día de la vida, que empuje el deseo, que consiga lo imposible; porque lo mejor de la palabra “imposible” es que se cimenta sobre la palabra posible…

Diario de ilusión, algo que cada día te empuje a sonreír por las cosas más absurdas, en las que sólo te fijas tú, esas cosas que te hacen sentir especial, diferente por un momento y más vivo que nunca. Diario de ilusión, diario de la capacidad de hacer posible lo im…posible.

viernes, 9 de julio de 2010

Nicolai

Frío. Un trago de lo que quiera que sea lo que llena mi petaca. Una noche más solo. El mismo banco de todas las noches, mi banco, que cada día se hace más y más incómodo. Los cartones que me aislan como pueden del frío. Y Roxanne, mi pequeña perra callejera, un chucho cualquiera que comparte todo conmigo; lealtad, fidelidad y compañía, es todo lo que me da, demasiado si tenemos en cuenta mi vida.

Hoy he decidido cambiar mi vida, no quiero ser rico, no quiero dinero, eso es para gente vacía.
Amanece. Miro mi reloj de bolsillo, no es gran cosa, pero lo encontré en la basura y lo arreglé con mis manos, es de lo poco que puedo sentirme orgulloso, marca las 6:18 de la mañana. Mi bolsa, medio vacía. Un pico de pan duro y una botella de agua en la que remojarlo. Roxanne lame mi mano y al mismo tiempo lleva el nombre de mi mito erótico de juventud, se rasca las orejas y también es todo para mí. -Pequeña, nos marchamos.- Le digo mientras acaricio su peluda cabeza, -vamos a ser felices, más que ahora.- Ladra; lo tomo como la conformidad de quien no tiene derecho a elegir.

Tomo mi bolsa y a Roxanne y empiezo a caminar. Huyo de la ciudad, lejos, donde reside la plenitud de la felicidad, en la soledad.

19: 42 de la tarde: El campo. Perdido en mi sueño, con mi vida, con Roxanne.
Anochece. Termino de montar mi cabaña con cualquier cosa que encuentro. Subo a la cumbre de la montaña. Veo a lo lejos las luces de la ciudad. Disfruto. Sonrío. Lloro de felicidad.

Muero de felicidad. Roxanne muere conmigo, a mi lado, tal vez por el mismo motivo.

jueves, 11 de marzo de 2010

Imagine psicodelia

Las horas vuelan y los sueños zarpan sin saber hacia dónde, el miedo aprieta y mi vida se convierte casi por arte de magia, en un club de alterne. Camino sin dirección, sin reloj, sin dinero ni equipaje. Pierdo el tiempo que ni tengo ni entiendo y disfruto con los simples sonidos del momento. Vuelo por mentes ajenas extrayendo conclusiones irrisorias a la par que preocupantes. Rompo fotos de mi futuro y sonrío, rompo y sonrío, rompo…y sonrío. Iluminado por la paranoica obsesión de mi presente, cierro el telón de mis años desconocidos cada vez que mi “yo responsable” intenta hurgar en ellos. La lujuria se apodera de mi ser en determinados momentos, esos en los que llego a ser infinitamente feliz. Mis rarezas son mi pan de cada día y en ocasiones muero de empacho. Juego al despiste camuflado bajo múltiples contrariedades con las que lloro de placer, no me importa nada de lo que me importa realmente, es incomprensible, pero es una de las numerosas maravillas de las que es capaz mi ego, sucio y miserable o generoso y amigable, a veces en auge y a veces en ruinas, otras, simplemente oculto. Impasible ante las críticas, imposible ser la víctima, indiferente ante las fascinantes verdades que emite el resto de seres. Mi ilusión es saquear pensamientos, desnudar intelectos, y arruinar intenciones, nunca viene mal una inyección de incoherencia, ésa que a mí, probablemente acabe matándome por sobredosis, dulce muerte de alguien que siempre permanecerá vivo…

martes, 2 de marzo de 2010

Vivo, sonrío y... nada más.

Naces, creces, te reproduces y mueres…Eso me enseñaron desde pequeño; eso has venido a hacer aquí. Nada más. Yo, quizás por llevar la contraria, o quizás tan sólo porque es lo que la misma vida me ha enseñado, no voy a dejar que sea ella la que pase por mí; seré yo quien pase por ella, dejando huella en la mia propia. Para ser más exactos, y por explicarlo de alguna manera… Me gustaría que en el infinito cruce de líneas de las dimensiones espacio-tiempo, el diminuto punto en el que se encuentra mi existencia brille como una sonrisa. Quizás por chulería, o quizás por morbosidad, no voy a permitir que la vida me viva, voy a vivirla yo a ella,sin dejar opción a que me venza la inercia. Voy a vivirla tal y como lo he aprendido solo, lo más obscenamente feliz que pueda llegar a ser a la par que simple y sencilla. Creo, y sólo creo, desde una muy humilde opinión, que a veces dejamos empolvarse la vida y todas las cosas importantes que la sostienen; a veces dejamos que la vida nos llene de callos y no sentimos nada más; a veces cosemos nuestros labios y nos castigamos eternamente a dejar de sonreir. En ocasiones no puedo dejar de pensar durante un rato en la palabra sonrisa…me gusta esa palabra, ella y todo lo que eso conlleva, voy a usarla hasta desgastarla y oxidarla, hasta que brille por presencia y permanencia, hasta el dia en que se agote por completo y nunca más pueda hacerlo, porque con ella se habrá agotado la vida, mi vida. Luchar, soñar, crecer, vivir y sonreír hasta no poder más, hasta reventar. Quizás por conformismo o quizás (y paradójicamente) por ambición, me quedo con eso y con sus causas y consecuencias, con su principio, su transcurso y su final, no necesito nada más…

jueves, 14 de enero de 2010

El efecto sonrisa.

Cada noche dejaba volar su casi esquizofrénica imaginación y dibujaba mil sonrisas en su cara; cada noche jugaba a contar las estrellas y con su dedo dibujaba versos sobre la luna; cada noche encendía una vela aromática e intentaba aspirar todo el humo que ésta desprendía, por su puntiaguda nariz. Luchaba cada noche para no dormirse, como una niña que intenta arrancar unos minutos más de su tiempo de recreo; sentía que durmiendo desaprovechaba su vida, pensaba que en cualquier momento podría pasar algo maravilloso a su alrededor y, si no estaba atenta, no podría anotarlo en su libreta de realidades paralelas, en la que procuraba dar un punto de vista diferente a cualquier nimiedad que ocurriera a su alrededor, y conseguir rescatar del olvido todas esas cosas que el resto vaciamos de importancia. Para ella todo era como la mariposa que agita sus alas provocando un huracán en la antípoda misma del punto donde se sitúa, -Si lo miras desde la perspectiva adecuada, cualquier tontería podrá arrancarte una sonrisa-, me decía siempre que pasaba a visitarla. Mostraba cierto interés por todo y descubría cosas increíbles a las que sólo ella prestaba atención. Le gustaba pensar, que cada vez que sonreía salvaba la vida de alguien o un niño encontraba un caramelo, que evitaba una guerra o una pareja se besaba. Por todas esas cosas, la gente “de gran cerebro triste, y pequeño corazón enfadado”, como le gustaba llamarlos a ella, la tomaban como la vieja loca del barrio, aunque para mí, fue la persona más inteligente y feliz que jamás pude conocer...

jueves, 7 de enero de 2010

Sacar la basura...

Decidí echar a correr, el viento apretaba y la arena de la playa se clavaba como puñales en mis ojos. No aguantaba más y ya sólo me quedaba la huida, tras un par de horas corriendo decidí parar a descansar bajo aquel acantilado. Levanté mi mirada un par de metros y quedé estupefacto...aquella cueva...decenas de cadáveres bajo el acantilado...todos decidimos lo mismo, pero ellos fueron los valientes, la huida les llevó a un mundo mejor, donde todos eran iguales, iguales que yo, donde no nos molestaría el resto de la gente por ser diferentes...vivo avergonzado desde entonces, y cada noche sueño con volar acantilado abajo, donde yacen los valientes; pero no merezco tal premio. La suerte está echada, me impuse un amargo castigo por no haber tomado la decisión correcta...vivir entre lo común hasta que la muerte me atropelle por sorpresa, como a cada uno de ellos, diferenciado por maldecir cada noche el jodido control que la mujer de negro impone sobre nuestro vacío porvenir, con esa dulce paradoja: pudrir la porquería, transformar en suciedad enterrada la más profunda mierda que habitó jamás la tierra, convirtiéndola en cadáver, aunque yo prefiero llamarlo “sacar la basura”...